“El Todo es Mente; el Universo es Mental.”
El primer principio afirma que toda la realidad surge de una gran Mente universal o Conciencia infinita, de la cual formamos parte. Esto implica que el universo no es simplemente materia inerte; por el contrario, está vivo y gobernado por la mente. Nuestras mentes individuales son “chispas” de esa Mente cósmica, lo que nos otorga el potencial para crear y transformar.
En la física cuántica, el efecto del observador sugiere que la forma en que observamos (o pensamos) influye en el comportamiento de las partículas. Este fenómeno abre la puerta a la idea de que la conciencia participa en la manifestación de la realidad.
Desde la neurociencia, se sabe que tus pensamientos generan patrones de activación neuronal y liberan neurotransmisores que influyen en cómo percibes e interpretas tu entorno. Tus creencias, en última instancia, moldean tu experiencia.
Por otra parte, esta idea se alinea con la noción de que, en un holograma, lo que percibimos es una creación de la luz (o información) proyectada de una manera específica. De manera similar, la realidad podría ser vista como una proyección de la conciencia universal o de una mente cósmica.
Si te repites que “no soy capaz de lograrlo”, tu cerebro (por medio de la neuroplasticidad) reforzará redes neuronales que confirman esa idea, y tenderás a sabotear tus propias acciones. Por el contrario, si cambias tu diálogo interno y comienzas a cultivar pensamientos de autoconfianza, tu mente se abre a nuevas posibilidades y oportunidades, cambiando tu percepción de la realidad.
“Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba.”
La correspondencia alude a la interrelación entre distintos planos de la existencia: el físico, el mental y el espiritual. Lo que sucede en uno repercute en los demás. Así, nuestro mundo interno (pensamientos y emociones) termina reflejándose en nuestro mundo externo (experiencias y circunstancias), y viceversa.
Este principio se relaciona con la física cuántica y la conciencia. En el entrelazamiento cuántico, observamos cómo dos partículas pueden seguir conectadas sin importar la distancia. Esto recuerda que, a un nivel profundo, todo está vinculado: “lo que sucede en un lugar repercute en otro”.
Esta propiedad cuántica también nos explica y nos ayuda a entender por qué podemos conectarnos con diferentes planos de conciencia, energía y vibración. Mantener comunicación con otros seres de conocimiento en las dimensiones donde se encuentran nuestros maestros y guías y recibir su ayuda. Lo que llamamos dimensiones son bandas de frecuencias. Y cuando estamos en un estado coherente, por ejemplo, en meditación y/o en estados alfa, podemos sintonizar con ese campo de LUZ y de AMOR.
Desde la perspectiva de la conciencia, si en tu interior sientes armonía, es más fácil relacionarte con el exterior de manera armónica. Tu estado interno corresponde con la realidad que vives.
Este principio sugiere una analogía o correspondencia entre los diferentes niveles de realidad. En un holograma, cada parte contiene la imagen completa, lo que refleja la idea de que lo que ocurre a un nivel (macro o micro) se refleja en otros niveles.
Si pasas por un período de profunda ansiedad (plano mental/emocional), tal vez notes que tus relaciones personales se tensionan y que tu rendimiento laboral se ve afectado (plano físico/social). Al tomar conciencia y gestionar tu ansiedad (meditación, terapia, ejercicio), es frecuente que mejore también el entorno que te rodea. “Lo interno” y “lo externo” se espejan mutuamente.
“Nada está inmóvil; todo se mueve; todo vibra.”
Según esta ley, todo en el universo está en constante movimiento, desde los átomos hasta los pensamientos. Cada elemento posee una frecuencia vibratoria. Las emociones elevadas (amor, gratitud, alegría) vibran en frecuencias más altas, mientras que el miedo, la ira o la culpa tienen frecuencias más densas.
La física cuántica describe la materia como un estado de vibración de los campos de energía; la partícula no es más que una “onda colapsada”. En neurociencia, se reconocen “estados cerebrales” (ondas beta, alfa, theta, delta) que pueden considerarse distintas vibraciones de la actividad neuronal. Tu estado mental-emocional puede verse reflejado en estos patrones.
“Si quieres encontrar los secretos del universo, piensa en términos de energía, frecuencia y vibración.”
– Nikola Tesla
A este principio, diferentes investigadores lo han denominado Ley de Atracción. Aquello en lo que se centra tu atención lo atraes. Tus pensamientos y emociones son muy poderosos para crear tu realidad, puesto que todo lo que vibra atrae a su campo vibraciones similares, potenciando lo que hemos pedido al universo, que siempre es muy generoso devolviéndonos nuestras peticiones.
Este principio lo puedes aplicar practicando la gratitud diaria: escribir tres cosas por las que te sientes agradecido eleva tu vibración, lo que a su vez modifica tu percepción y tu química cerebral (más serotonina, dopamina).
Otra forma de observar este principio es estar atento a cuando alguien está enfadado, ¿“se siente” esa energía en la habitación? Esa vibración puede contagiar a otros, o bien, puede ser transformada con una vibración de calma y empatía.
“Todo es doble; todo tiene polos; todo, su par de opuestos.”
La polaridad expone que cada cosa tiene dos extremos opuestos, que en realidad son diferentes grados del mismo fenómeno. El frío y el calor son polos de la temperatura; el amor y el odio, polos de la emoción. Comprender esto te ayuda a reconocer que puedes transmutar un estado negativo en uno positivo, simplemente desplazándote a lo largo de la escala.
El famoso principio onda-partícula en la mecánica cuántica muestra cómo la “luz” puede comportarse como partícula o como onda; un mismo fenómeno con dos polos de manifestación.
En la mente, a menudo conviven dos polaridades de pensamiento (optimista–pesimista). Tu conciencia es la que decide en qué extremo situarse o hacia dónde inclinarse.
Si te sientes desmotivado, intenta reconocer que la motivación y la desmotivación son dos polos de la misma experiencia. Cambiar tu foco (buscando un motivo, un propósito o recordando logros pasados) te mueve hacia la polaridad positiva.
En una discusión, puedes pasar del enojo a la reconciliación al trabajar conscientemente tu empatía y tu intención de comprender al otro.
“Todo fluye y refluye; todo tiene sus períodos de avance y retroceso.”
Este principio describe los ciclos naturales de la vida. Todo tiene su ritmo: la respiración, las estaciones, las mareas, la economía, la expansión y la contracción del universo. Comprender y respetar estos ciclos te permite fluir con los procesos en lugar de luchar contra ellos.
En física se habla de oscilaciones y frecuencias (por ejemplo, las ondas electromagnéticas). El universo se mueve en pulsos y ritmos constantes. En neurociencia, el ritmo circadiano regula tu sueño, tu energía y tus hormonas. Cuando desatiendes tu reloj biológico, experimentas agotamiento y desorden emocional.
Del mismo modo que no puedes forzar una planta a crecer más rápido, no puedes acelerar ciertos procesos internos. Respetar tu ciclo de descanso y actividad ayuda a mantener el equilibrio físico y mental.
Comprender que los períodos de “baja energía” son tan naturales como los de “alta energía” te evita frustraciones y te enseña a sostener el ritmo a largo plazo.
“Toda causa tiene su efecto; todo efecto tiene su causa.”
Nada ocurre por casualidad; todo evento es la consecuencia de algo previo, ya sea una acción física, un pensamiento o una intención. Comprender esta ley te invita a asumir responsabilidad por tus actos y sus repercusiones.
En términos de cocreación, podríamos decir que “cada elección consciente o inconsciente desencadena un resultado”. Aunque en el plano cuántico el azar parece existir, también se observan patrones de probabilidad.
Desde la mente, tus pensamientos recurrentes (causa) producen estados emocionales y conductas (efecto) que, a su vez, atraen determinadas situaciones.
Si constantemente te dices que “no vales para tal cosa” (causa), lo más probable es que no te esfuerces, falles o ni siquiera lo intentes (efecto). En cambio, cultivar pensamientos de autoconfianza y dar pequeños pasos de acción coherente (causa) te conducirá a mejoras, logros y, finalmente, una creencia reforzada de valía (efecto).
“La generación existe por doquier; todo tiene sus principios masculino y femenino.”
Este principio sostiene que todo proceso creativo surge de la interacción de dos energías: masculina y femenina, o lo que se denomina en oriente como yang y yin. Estas energías no se refieren únicamente a lo biológico, sino también a la acción–recepción, razón–intuición, expansión–contracción, etc.
En el universo cuántico, la creación de partículas depende de la interacción de campos de energía que, en cierto sentido, “dan a luz” nuevos estados. A nivel de conciencia, integrar las energías masculina y femenina significa encontrar equilibrio entre tu parte analítica y tu parte sensible, tu capacidad de iniciativa y tu habilidad de permitir que las cosas sucedan.
Este es uno de los retos a conseguir y donde podemos enfocar nuestras energías porque los beneficios de este equilibrio son notables.
Para materializar un proyecto, necesitas la energía masculina (visión, planificación, acción) y la energía femenina (intuición, receptividad, creatividad, paciencia). Si una de estas faltase, el proyecto quedaría estancado.
En tus relaciones, la verdadera armonía surge cuando ambas partes conectan con su capacidad de dar (masculino) y recibir (femenino), generando una danza de reciprocidad.
🌟 Aplica estas leyes en tu día a día: observa, medita, transforma. Lleva un diario, registra tus experiencias, practica la gratitud y la atención consciente.
“La posesión del conocimiento, sin la capacidad de aplicarlo, es algo vano e inútil.” – El Kybalión