LECCIÓN 341
Tan sólo puedo atacar mi propia impecabilidad,
que es lo único que me mantiene a salvo.
- Padre, Tu Hijo es santo.
2Yo soy aquel a quien sonríes con un amor y con una ternura
tan entrañable, profunda y serena que el universo te devuelve la
sonrisa y comparte Tu Santidad.
3Cuán puros y santos somos y cuán a salvo nos encontramos
nosotros que moramos en Tu Sonrisa, y en quienes has volcado todo Tu
Amor; nosotros que vivimos unidos a Ti, en completa hermandad y Paternidad,
y en inocencia tan perfecta que el Señor de la Inocencia nos concibe
como Su Hijo: un universo de Pensamiento que le brinda Su plenitud.
- No ataquemos, pues, nuestra impecabilidad, ya que en ella se
encuentra la Palabra que Dios nos ha dado.
2Y en su benévolo reflejo nos salvamos.
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